Así como el salmista dice: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿de
dónde vendrá mi socorro?” (v. 1), muchas veces, hay montes que se levantan en
nuestra vida, que nos impiden ver lo que pueda estar pasando al otro lado o lo
que pueda estarse acercando. Es como si estuviéramos en medio de ese valle de
desolación y sólo a nuestro alrededor hay montañas que nos impiden salir de él
o ver si viene la ayuda de camino.
En ocasiones, los montes pueden ser mucho más altos a nuestra
vista, y sólo estamos mirando a ver por dónde puede estar la salida. Estamos
esperando ver esa luz a la distancia que nos indique el camino a seguir. Por
eso, tendemos a mirar hacia arriba y decir entre sí: “¿Cómo podré salir de esta
situación?”,“¿Quién podrá ayudarme a salir de esto?”, “¿De dónde vendrá mi
socorro?”.
Sin embargo, es en esa posición de impotencia, abandono o descontrol que alzamos nuestros ojos al cielo. Nuestra posición nos obliga a tener que alzar nuestra mirada y exclamar: “Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”
Sin embargo, es en esa posición de impotencia, abandono o descontrol que alzamos nuestros ojos al cielo. Nuestra posición nos obliga a tener que alzar nuestra mirada y exclamar: “Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”
Anímate a levantar tu rostro, a enfocar tu mirada en Aquel
que es tu socorro. Cuando te enfocas en los cielos, lo demás a tu alrededor se
vuelve insignificante. Confía de todo corazón en Dios, quien te creó y te
conoce, aun desde antes que existieras en este mundo.
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