lunes, 14 de julio de 2014

La oración.


Nuestro Señor pasa de inmediato de su palabra, acerca de su venida, a la palabra sobre la oración, indicando la relación directa que existe entre el mantenerse vigilantes y la oración. Jesús hace osadamente que nos enfrentemos con una opción de la que no podemos escapar: tenemos o bien que orar o desmayar, una de dos. O bien aprendemos a clamar a un Padre invisible, que está siempre presente y con nosotros o nos desanimamos y desmayamos.

La verdadera oración no consiste en suplicar o en engatusar a un Dios un tanto reacio, ¡de ninguna manera! ¡Eso no es nunca oración! Orar es creer, orar es fe, es dar las gracias en lugar de quejarse, confiar en lugar de esforzarse, regocijarse, aceptar, apropiarse y recibir, en eso consiste la oración.
Cuando los hombres hablan acerca de Dios, en lugar de hablar con él, están manifestando una fe que ha sufrido un deterioro, porque el propósito de toda fe es hacer que nos mantengamos en un contacto directo, personal y vital con Dios.

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